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Detrás de cada hallazgo arqueológico se esconde siempre una aventura fascinante. Los arqueólogos son personas inquietas y, sobre todo, curiosas e inconformis
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Detrás de cada hallazgo arqueológico se esconde siempre una aventura fascinante. Los arqueólogos son personas inquietas y, sobre todo, curiosas e inconformistas, que necesitan llegar al fondo de cualquier agujero o excavar cualquier montículo sospechoso de ocultar algún rastro de nuestros antepasados. No buscan el valor material de los objetos, que puede ser enorme y que entregan a los museos, sino ampliar nuestros conocimientos sobre lo que ocurrió mucho antes de que naciésemos. Ese es su verdadero objetivo: estudiar, conservar y aprender del pasado y legárselo a las siguientes generaciones. Parece que fue una curiosa niña de ocho años quien vio los bisontes pintados en el techo de la cueva de Altamira. Otros descubrimientos fueron fruto de la casualidad y sus autores no eran arqueólogos, sino campesinos o militares. Todos ellos cobran protagonismo en esta pequeña historia y en las divertidas ilustraciones de Quino Marín. En este libro encontrarás descubrimientos, peripecias y anécdotas increíbles. Viajarás en el tiempo, desde el momento en que un grupo de cazadores pintaron las cuevas de Altamira hace 30.0